jueves, 4 de septiembre de 2008
No lo parece pero este escrito se hizo a propósito para (mal) contar un fragmento pequeñito de la historia de Michael K.
Bueno. Me da por escribir cuando leo otros blogs: así que he de escribir. Quiero primero mencionar que olvidé señalar en mi post anterior de qué murió el simpático Augusto Pérez que, como es sabido, murió porque así lo quiso don Miguel, aunque uno duda de si en verdad murió porque -como el mismo Augusto dice-: no puede morir lo que no existe... pero don Miguel afirma que murió porque creyéndose moribundo, al más puro estilo de los condenados a muerte, comió tanto que sufrió un paro cardiaco o algo así. Murió y luego don Miguel quiso resucitarlo, pero eso sí ya no era posible. Le pasó lo que a Michael K (el de J. M. Coetzee)cuando, hambriento, optó por matar una oveja con sus propias manos: la atrapó y no la soltó hasta haberla ahogado en una ciénaga -si no mal recuerdo-, para luego, al verla inmóvil y doliente, hecha una piltrafa, quiso darle una palmadita y volverla a la vida, pero ya no pudo, asi que no le quedó más remedio que comerla... con tristeza.
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