La señora, parada en el pasillo de alguna estación del metro de la Ciudad de México, repetía una y otra vez: "compre su encendedor-linterna, diez pesos cuesta".
La señora era una mujer de edad avanzada, como dicen. Llevaba un vestido azul y lucía cansada. Repetía la consabida frase maquinalmente. Se me figuró ver un objeto, no un humano: una cosa que pronuncia unas cuantas palabras hasta el hastío (hasta conseguir el dinero necesario para subsistir).
No sé qué es de la vida de ella; la imagino triste, tediosa, aburrida, indigente.
Uno no debería venir al mundo a convertirse en una cosa que repite palabras vacuas en medio del barullo indiferente de una ciudad. Algo debe estar mal, muy mal.
***
Octavio Paz: Piedra de Sol (Fragmento)
... y vislumbramos
nuestra unidad perdida, el desamparo
que es ser hombres, la gloria que es ser hombres
y compartir el pan, el sol, la muerte,
el olvidado asombro de estar vivos
"... el olvidado asombro de estar vivos"... Vivos. De verdad es asombroso. No deberíamos venir a cosificarnos. No.
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2 comentarios:
Tampoco exageres.
Míralo desde esta perspectiva: mientras ella está repitiendo maquinalmente su letanía, mira pasar a la gente y hace hipótesis o juicios estéticos y morales sobre todos aquellos que no le compran.
Nadie dice que no sea infinitamente infeliz. Pero queda claro que la fuerza que la mantiene en esa posición de vendimia es la promesa del pan y la cama, y vaya usted a saber si de alguna caricia agradecida por compartirle sopa.
la esponjis abandonada abandonada en su blog...
Su infelicidad fue la que saltó a mi vista; la que me dolió.
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