¿Ha usted despertado, por la mañana, sintiéndose tan triste e indiferente que si algo o alguien, digamos, un amable carnicero, lo cortara lentamente en rebanadas delgadas, desde la punta del dedo gordo del pie hasta la cima de la cabeza, no le importaría?
¿Ha usted deseado intensamente -durante una bella tarde nublada- que un hombre gigante le encaje un tenedor muy grande, digamos, en la panza y que, posteriormente, deguste su suave y jugosa carne?
¿No?, pues qué optimista.
(miércoles 25 de abril de 2007)
domingo, 10 de agosto de 2008
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