Quiso que habláramos. Accedí. En ese tiempo yo solía cargar un fólder lleno de hojas de papel (en su mayoría innecesarias para mis labores escolares). Mis nervios se hicieron presentes y las hojas cayeron al suelo. Él, demostrando gran habilidad, las recogió y ordenó rápidamente (lo miré con profunda admiración); entramos a un salón de clases, nos sentamos frente a frente.
Ahí estaba yo, una vez más, contemplándolo anonadada.
Me pidió que imaginara que sólo existíamos él y yo, que fuera de aquel salón no había más que vacío. Yo, obediente, lo imaginé... nada me hubiera gustado más en el mundo: "seguramente moriremos de hambre pero antes haremos el amor", pensé. Nada de eso pasó... llegó el momento en que debía irme y fue entonces cuando, con voz baja, dijo: "no te vayas". Yo lo escuché pero no pude creerlo... me fui.
No volví a verlo.
(domingo 12 de agosto de 2007)
domingo, 10 de agosto de 2008
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