domingo, 10 de agosto de 2008

Matanza

Decidí lavar el baño. No con sorpresa descubrí una legión de hormigas bajo el cesto de la basura. Definitivamente iban a morir; la cuestión radicaba en cómo: si bajo mis chancletas o ahogadas. Mientras decidía, unas cuantas se ahogaban. Pensé, debe ser peor morir ahogado, así que las pisoteé. El baño quedó reluciente. No quedó rastro de la matanza. Luego, un cosquilleo en mi hombro evidenció la presencia de una sobreviviente. No quiero hormigas en mi cuarto -volví a pensar- y, tomándola entre mis dedos gordo e índice, la aplasté. No sentí remordimientos. No suelo ser tan mala, pensé una vez más.

(viernes 25 de mayo de 2007)

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