viernes, 21 de septiembre de 2012

Sórdido y tumultuoso

Tendría que poder describir minuciosamente cuanto siento. Me encantaría hacerlo en voz baja, muy baja, pegarme a tu oído y hacer que mis historias se deslicen melodiosas y dulces aunque dolientes, a veces.
¿Sabes? El verdadero motivo por el que tanto sufro es mi absoluta falta de... no sé bien cómo nombrarlo...  pasión, tal vez. Nada me interesa realmente. Nada. No me interesan los grandes músicos, ni los grandes escritores, ni las obras de arte, ni la historia, ni los dinosaurios, ni la arquitectura, ni los filósofos, ni los superhéroes, ni la gente buena, ni los zapatos de colores... con trabajos he logrado interesarme por algunas personas reales: tú, por ejemplo. Personas reales a medias, ya que tampoco me esfuerzo mucho por conocerlas. Es como si las atrapara y las enredara en mi imaginación. Las enredo en mi imaginación y ya no las dejo salir; se hacen mías y yo, autoritariamente, les doy forma: la que yo quiera.

"En medio de la vida y la muerte está la creatividad". No sé quién lo dijo, pero yo estuve de acuerdo, aunque decidí modificarlo un poco: "En medio de la vida y la muerte está el tiempo y el tedio" y, no sé por qué, pensé en los mataderos de vacas: un día una vaca empezó a existir; un día una vaca dejó de existir... Pero, y esto es lo importante, ¿qué pensaba la vaca cuando tenía tiempo, cuando despertaba, cuando se iba a dormir, cuando sólo miraba? ¿Vale más el pensamiento continuado de quien tiene una larga vida que el pensamiento fragmentario, casi nulo, de quien tiene un instante para existir? Vale, no sé por qué.

Vuelvo al tema original: lo que me hace sufrir. Presumo, no obstante, que si bien no me interesan las grandes cosas, me interesan las cosas chiquitas: así, chiquitas. Los gatitos de ojos de colores (un día vi uno chiquitito con un collarcito dorado y entendí la expresión: "me lo como").  Me fascinan los aretes rojos y largos, el crujir de las hojas secas, las ventanas con cortinas que dejan entrar la luz de la mañana, los espejos, los charcos, las nubes grises... Me interesa lo que no se puede contar, lo inefable: el corazón que arde. No te lo puedo contar, no obstante: te aburriría. Yo quedaría en silencio muy pronto.

Sórdida y tumultuosamente en silencio.