martes, 30 de julio de 2013

Ojalá

A propósito de la desesperanza que me agobia recientemente. Sé que las personas que se encuentran en situaciones desesperadas, frente a humanos desalmados,  piden piedad; generalmente estas peticiones son ignoradas, vituperadas, desechadas, hechas polvo. El deseo irrefrenable de encontrar humanidad en los ojos de un victimario suele chocar con la nada.  Seres que se creen dueños de las personas: torturadores, asesinos, violadores, abusadores, menospreciadores de los derechos humanos; seres que duelen, que hieren, que destruyen con alevosía.  A ustedes, los de oídos sordos, los hipócritas, los injustos, los cobardes, me dirijo -como si mi pensamiento pudiera llegar tan lejos  como para humanizarlos y hacerlos sentir el sufrimiento ajeno- : no lastimen al inocente, a nadie; vivan en paz con ustedes mismos y con el prójimo, cuiden su alma, respeten a los otros y a sí mismos.
No veo por qué no. Los humanos somos seres racionales y podemos elegir y liberarnos de nuestros instintos malsanos.  Ojalá que sí. La buena voluntad ante todo.
 
"El babasaheb era un espiritista aficionado, golpeador de patas de mesa e introductor de espíritus en vasos. <<Pero ya lo dejé -dijo a su ahijado, con el gesto y ademanes melodramáticos que el caso requería-; lo dejé el día en que me llevé el susto de mi vida.>>
Una vez (relató Mhatre), el vaso fue visitado por un espíritu auténticamente servicial, un tipo superamistoso, sabes, y yo pensé que era la ocasión de hacer preguntas importantes. ¿Hay Dios? y aquel vaso que hasta entonces corría como un ratón, se paró en medio de la mesa, quieto, lo que se dice kaput. Y entonces yo digo está bien, si no contestas a ésta, veamos con esta otra, y le pregunto: ¿Hay diablo? A esto, el vaso, ¡chinchinchin!, empezó a temblar -¡tápate los oídos!-, al principio, despacio y, después, aprisa aprisa, como un flan, hasta que saltó -¡ale hop!- por el aire, cayó de lado y -¡cras!- se hizo mil añicos, pulverizado. Lo creas o no, dijo babasaheb Mhatre a su pupilo, en aquel momento yo aprendí la lección: Mhatre, no te metas en lo que no entiendes".

Salman Rushdie: Los versos satánicos.