sábado, 31 de agosto de 2013

Me dormí muy enojada.

Caminaba sintiendo una molestia en los ojos. La gente me miraba con desagrado. Encontré un restaurante-centro de salud. Corrí al baño y me miré al espejo. Mi ojo derecho estaba muy desviado, como si padeciera estrabismo. Me asusté mucho. Intenté con mis dedos acomodarlo. Al presionar ligeramente, mi globo ocular se partió, y un enorme tajo de éste salió disparado, acompañado de tejidos suaves y viscosos. Ay no. Rápido volví a (mal) acomodar todo dentro de la cavidad orbitaria correspondiente. Quedé muy decente pero con tiras de tejido óptico, color azul claro, colgando de mi ojo y... garganta. Casi podía masticarlo y saborearlo, así que procuré no comerlo. Por suerte me encontraba en un restaurante-centro de salud y de inmediato salí y solicité una consulta.

No amor


Amor. Nunca te llamé Amor. No besé detenidamente tu cuerpo, ni te vi dormir. Tus manos no se cansaron de mí. No me extrañaste. No me contaste tus sueños al despertar. No te molesté con mis largas reflexiones.  No te vi llorar. No te fastidiaron mis celos. Nunca te enojaste conmigo. No deseaste verme llegar a ti. No sufriste por mí. No me invitaste a hacer el amor.


Tu voz. Tus ojos. Tus historias.

Te perdí y no sé como irme. Eres ruido, eres luz.