miércoles, 12 de abril de 2017

Por eso no lo invitamos a las fiestas

Les informo gustosamente que mi fin está próximo. Pueden atribuir mi desvarío al motivo que tiene a bien mermar mi existencia, pero definitivamente lo digo alegremente, como quien se libra de un amo, más que furioso, triste y apático; de esos que lo hacen a uno sentirse mortalmente hastiado y muy melancólico --nos basta su presencia para atribularnos y por eso no lo invitamos a las fiestas. Así era yo: un diminuto y helado planeta orbitando por ahí; mas mis ojitos soñolientos desbordaban ilusión y mi corazón tierno crepitaba henchido de amor.

Un mar de colores tumultuoso y ardiente era por dentro. Una masa gris informe, jodida, llorosa y fría era por dentro.

Por fuera, no sé: apariencia desgarbada. Un brazo por aquí, unos ojos por allá... Todo cuidadosamente desordenado y ligeramente agrietado; también podría definirla como tambaleante: piénsese en una pila de platos de cristal mal acomodados, embestida por una repentina ráfaga de viento. Sí, así.