miércoles, 18 de febrero de 2009

Soñolienta

Me pregunto insistentemente cuándo recapacitaré. Envuelta entre cobijas, escucho a lo lejos a mi casero y a su tía, hablan del matrimonio, sobre todo la tía; dice que la tal Cinthya no quiere casarse porque es muy floja, puesto que atender a los hijos y limpiar una casa es una verdadera friega. Yo quiero que se vayan. Espero. Sigo preguntándome cuándo saldré de este letargo. Me levanto, tomo una manzana, la pico en cuadritos, le agrego crema y un poco de mascabado de canela, ordeno mi habitación, elijo la ropa que usaré... parece que lloverá: sumo un paraguas a mi bolsa, me baño, me visto, desenredo mi cabello. Me siento un instante en el borde de mi cama, percibo el olor a canela de mi habitación, escucho la radio, me sé fastidiada, me vuelvo a preguntar cuándo dejaré la soñolencia. Me miro en el espejo: yo otra vez, yo igual. Salgo, caen algunas gotas de lluvia, pocas; no hay necesidad de usar el paraguas, me decepciono: deseaba escuchar la lluvia, deseaba usar mi paraguas. Camino hasta mi trabajo, hasta aquí, y me sé ausente de mí, distante, me sé no yo.

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